6/10/08

Miércoles 24 de septiembre de 2008

Cerca de Puebla se levantaban tres poderosos volcanes, entre los cuales se encontraba el legendario Popocatepetl, que todavía activo daba algún que otro susto cada cierto tiempo. Sin mucha esperanza tomamos el colectivo al cercano pueblo de Cholula para obtener una de las mejores estampas de los volcanes; el cielo estaba tan encapotado que contábamos con no ver mucho más que una ladera escondiéndose en las nubes. Pero el pueblo tenía un centro colonial y monumental que valía la pena en sí mismo. El colectivo nos dejó bastante lejos del centro, pero eso nos sirvió para recorrer el extenso mercado indígena que abarrotaba las callejas de alimentos y puestos de ropa. Variedades sin fin de frijoles y maíz, pozole de cacao y maíz en polvo endulzados; frutas que tal vez nunca habíamos probado, y mil cachivaches cuyo uso no siempre era evidente. Y como de costumbre, las mujeres indígenas a cargo de la venta.







Un hombre con rasgos mestizos y poblada barba española atendía un puestito de fruta. Al vernos nos preguntó si éramos españoles, y ante nuestro asentimiento nos felicitó por lo bien que la habíamos montado los españoles para matarlos y esclavizarlos. Bueno, que tal vez nosotros no, pero sí nuestros padres, nuestros abuelos… Le contesté que mis antepasados jamás salieron de su pueblito de las montañas españolas, y que si acaso los abuelos de alguien cometieron desmanes, fueron los suyos, no los míos. Con esto se quedó sin saber qué responder. Era infame volver a comprobar la manera en que los criollos mexicanos se han pasado dos siglos echando la culpa de los males de su sufrido pueblo a los españoles; hasta el punto que un descendiente de aquellos españoles que llegaron, tomaron y se quedaron, nos echaba sin complejos la culpa a nosotros. De qué manera tan parcial y partidista se ha usado siempre la Historia en todos los rincones del mundo…








Tras un amplio y despejado Zócalo porticado se subía a un cerro, antaño cubierto de templos y rampas precolombinas, y después de la conquista coronado por la sempiterna iglesia barroca que debía erradicar los viejos cultos. Las vistas de los volcanes hubieran sido privilegiadas de no ser porque el cielo estaba completamente cubierto. Tres soberbios conos volcánicos desaparecían bajo las nubes, y sólo las vistas de Puebla y Cholula, con sus innumerables iglesias y torres, compensaban la falta de los primeros.









Por la noche paseamos por las agradables calles del centro, y descubrimos una zona de bares nocturnos enclavados en un colorista entorno colonial y enrejado. No era día de salir, así que estaban vacíos, pero mostraban otra cara que yo desconocía de este lado del mundo. Después de pasar por internet y leer las noticias anunciando el tortazo final del sistema, la crisis financiera, y el negro futuro al que nos veíamos abocados sin remedio, nos alegramos de estar viajando y disfrutando de la fiesta en lugar de estar trabajando; quién sabía si de un día para otro desaparecerían nuestros ahorros del banco, si el esfuerzo y el trabajo diario de cada uno se iría por la fregadera de la noche a la mañana. Si sería tan fácil viajar dentro de un año o dos… Carpe diem.
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